Para empezar, porque parten de lugares diferentes. La base de la ciencia es la ley de Causa y Efectos, y se pregunta por el por qué de las cosas. En cambio la astrología parte de la ley de correspondencia: como es arriba es abajo, como es adentro es afuera. Sobre esa base, cada disciplina parte hacia rumbos diferentes.

Mientras la ciencia busca Verdades objetivas, comunes a todos, la astrología indaga en las pequeñas verdades singulares, para las que la ciencia no tiene palabras. Nos acompaña a indagar lo que somos y a descubrir en qué nos convertimos, partiendo de la conciencia de una identidad dinámica que se transforma a lo largo de nuestra vida.

La astrología recoge lo que la ciencia deja afuera. Lo emocional, lo sensible, lo inconsciente, el sujeto y sus aventuras singulares quedan afuera del discurso científico. Incluso a pesar de los esfuerzos de la psicología cientificista, la antropología y la neurociencia, lo más propio de la singularidad humana queda expulsado del corazón del discurso científico, que por sus puntos de partida, es incapaz de hablar de eso.

Muchas veces el arte es capaz de darle palabras a esa faceta de lo humano, y está bien que así sea. Ningún discurso lo abarca todo ni puede decir todo. Ese es quizás ell gran regalo de la ciencia a nuestra época. Dejar de buscar discursos únicos y totales que lo abarquen todo y dejen afuera lo que no pueden nombrar de un modo tosco y hostil, como durante siglos lo ha hecho el discurso religioso.

En mis clases muchas veces uso esta imagen: la astrología es un tenedor con el que vamos a buscar algo de información al mar infinito de lo sutil. Apenas si nos traemos una humedad residual. Pero al menos, como disciplina, somos conscientes de esos límites y no pretendemos más que eso: decir lo que podamos acerca del otro, acerca del mundo.

Espero disfruten de esta emisión especial, que ya está en el aire.