
La Santa Muerte: Con Eduardo
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Narrated by:
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Virtual Voice

This title uses virtual voice narration
Virtual voice is computer-generated narration for audiobooks.
About this listen
Eduardo iba a la cabeza del grupo, entró y vio el sitio hecho un desastre total con mesas tiradas, vidrios por todos lados, un par de cadáveres cerca de la entrada.
Le pareció ver a una tercera persona tirada en el piso -unos metros más adelante.
Pero esa persona se movía.
- A-a-ayúda-me… -Dijo una mujer, casi sin aliento, estirando un brazo hacia Eduardo.
- ¡Dios mío! Hay alguien con vida allá… - Gritó Eduardo a sus ayudantes, al tiempo que señalaba con el dedo.
Y su instinto de médico lo catapultó en automático hacia la persona todavía con vida.
Corrió sin mirar más nada, con visión médica en túnel de tren imparable.
Pero una lluvia de balas fue lo que finalmente detuvo a ese tren.
El primer balazo le atravesó el costado derecho, pero Eduardo no lo sintió en lo absoluto.
El segundo balazo le dio de lleno en el estómago, y ese sí lo sintió, aunque fue más bien como golpe de boxeador.
El tercer balazo lo hizo irse de espaldas al atravesarle el pecho, justo a la altura del corazón.
El golpe seco fue tan duro y rápido que Eduardo vio las puntas de sus zapatos -un metro y medio frente a sí- mientras caía al suelo lentamente, la espalda cayendo primero.
Lo demás fue humo de pistolas disparando, olor a pólvora quemada y gritos de sus compañeros de trabajo.
Eduardo se movió -bastante confundido- despacio en el piso, tratando de ponerse de pie, pero sólo logró rodarse sobre el costado derecho.
Sentía que la vista se le nublaba, sentía que la vida se le salía por los agujeros de bala.
Pero no sentía dolor alguno.
Su mente no registraba lo que estaba pasando. No entendía nada de lo que eso era.
Y entonces vio lo que ya había visto infinidad de veces, desde su adolescencia.
Vio a La Santa Muerte de pie, a unos metros de distancia. Eduardo levantó un poco la cabeza para poder verla en vertical y no con visión de quien está acostado de lado.
Vestía túnica plateada color metálico que daba la impresión de ser mercurio líquido, fluyendo sin cesar, en interminable cascada plateada brillante.
Los ojos de Eduardo se clavaron en esa figura de ultratumba; de sobra sabía que esa muerte sin capucha estaba ahí por él.
-No… no…
Entendió que ese ser estaba ahí, para llevárselo.
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